Mantengo mi boca cerrada

Hace pocos años sostuve la siguiente conversación con una empleada de una compañía aérea.

"Aquí están mis vales de viaje de mil millas. ¿Cuántos necesito?"

"Tres. De acuerdo, aquí hay tres."

"Bien, tres. ¿Hasta dónde puedo ir con ellos?"

"Algo más de dos mil millas."

"Y, ¿me compensarás la diferencia? Quiero decir, ¿podrías devolverme por lo menos un certificado de 500 millas? Están a la venta."

"No, usted puede comprar un certificado de 500 millas y utilizarlo ahora para ahorrar millas, pero eso es todo lo que podemos hacer."

"¿Esto te parece justo?"

"Es la política de la compañía, no puedo hacer nada al respecto."

"Hay otros clientes que se quejan, ¿o soy el único?"

"Todo el mundo se queja."

"Su compañía debe hacer reuniones para recibir información de los empleados. ¿Hacen esas reuniones? La mayoría de las grandes compañías las tienen."

"Oh sí, por supuesto que se hacen."

"Si hubiese muchos clientes insatisfechos, ¿plantearías el asunto en la reunión? Creo que los que diseñan esas políticas deberían escuchar las opiniones de los clientes, ¿no te parece?"

"No me interesan quienes diseñan esas políticas. No voy a tratar este asunto. Mantengo mi boca cerrada, a menos que me pregunten."

"¿Pero por qué?"

"Porque me considerarían problemática, dirían que no sé trabajar en equipo y a ese tipo de personas siempre las despiden, yo sería la siguiente. Lo siento, no vale la pena que insista."

La actitud de esta mujer plantea una situación derivada de una dirección ejercida [bajo un modelo de control unilateral]. La mujer no abrirá la boca en esas reuniones si lo que dice puede ser interpretado, por alguien que esté por encima de ella, como una crítica a la política de la compañía. [Los que dirigen] la compañía sólo están consiguiendo que ella haga un trabajo mecánico. Su cerebro no cuenta, y su corazón, que es lo que un negocio en este medio tan competitivo necesita desesperadamente, nunca estará con la compañía.

Fuente: Choice Theory, William Glasser

 

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