HOY ES EL CUMPLEAÑOS DE MI MAMÁ

 

 

¿Qué se le puede regalar a una madre en su cumpleaños?

¿Joyas?, ¿Perfumes?, ¿Flores?, ¿Ropa?, ¿Zapatos?

Tan difícil situación solo puede ser salvada – como siempre – por la propia Madre. ¿Qué quieres que te regale, Mami?, le pregunté directamente. Con aquella dulzura que la ha caracterizado en muchas ocasiones, me contestó:

"¡Muchos besos!"

Cuentan en la familia que mi Abuelo fue a registrar en el padrón de nacimiento a mi Mamá e informó que había nacido un 28 de Noviembre, dos días después de su fecha de nacimiento original. Me imagino que en aquellos entonces se confiaba mucho en la palabra y no se le pidió nada a mi Abuelo para comprobar dicha fecha en el registro civil. Así que mi Mamá, en lugar de festejar su cumpleaños en su verdadera fecha, lo hace cada 28 de Noviembre como hace ya más de 70 años.

Como si esa fecha fuera premonitoria, en un 28 de Noviembre, mi Abuelo muere en medio de una de las celebraciones de cumpleaños más tristes de mi Mamá. "¡Qué gran regalo me acaba de dar tu Abuelo!", nos decía irónicamente mi Mamá ese día, en alusión al que gran amor y cariño le tenía.

Tuvieron que pasar muchos cumpleaños para que mi Mamá dejara de sentirse triste por la fecha y cambiar el dolor del duelo de una muerte, por la alegría de un aniversario más de vida. Pero nunca dejó de llorar en ese su día: de alegría, de tristeza, de ambos.

Pues sí, hoy es 28 de Noviembre y es cumpleaños de mi Mamá.

Aprovechando el Domingo, en lugar de celebrar el cumpleaños de mi Mamá en la fecha exacta (o en realidad, ¿esta es la fecha exacta?), llegamos todos los hermanos con sus hijos, un día antes del 28 e hicimos el momento más significativo. Comimos, reímos y nos jugamos las mismas bromas de cuando nos juntamos en casa de mis Papás. Mi Mamá siempre en el centro del jolgorio. Como siempre lo ha estado.

Y yo, llegué preparado con una gran cantidad de besos, como ella me lo había solicitado.

Al verla, muchos recuerdos se agolpan en mi cabeza y comienzo un viaje por ellos que no me dejan seguir las bromas de mis hermanos, el griterío de los chiquillos, el ruido del futbol en la tele de mi Papá. Mi mente, como si fuera un sueño, no haciendo caso de tiempos ni referencias, comienza a brincar de un recuerdo a otro. Trato de recordar otros cumpleaños y mejor decido tomar fotos para que el momento quede plasmado digitalmente. Pero los recuerdos siguen.

Recuerdo aquellas mañanas en las que, aún en la oscuridad de un día que no aclaraba, mi Mamá me levantaba y vestía, yo subido en la cama en la que dormía y ella en la luz tenue de un foco de no más de 60 Watts, cumplía la labor sin chistar. Como si fuera algo definido en su ADN, mi Mamá nos vestía a mí y a mis dos hermanos mientras en la estufa ya estaba listo el desayuno y su  café caliente de todos los días. Como si fuera un acto previamente entrenado, nos vestía, peinada, nos daba el desayuno, se arreglaba y nos llevaba a la escuela, sin que ello hiciera que se retrasara un minuto nuestra puntualidad escolar. No recuerdo haber llegado nunca tarde a la escuela.

Recuerdo aquellas levantadas para prepararme un café porque había decidido levantarme más temprano de lo normal y estudiar alguna material de la cual tenía examen ese día. Ella, cruzando sus brazos en el pecho para no sentir el frío de la madrugada, se paraba frente a mí y me ofrecía un café caliente, unos huevos revueltos, o lo que se me ofreciera para poder salvar esas horas de de estudio en la madrugada.

Recuerdo, también, aquellas mañanas en las que se levantaba a prepararme mi lonche cuando ya formaba parte de las redes laborales y necesitaba de ello para soportar mi jornada laboral. "Tengo que hacerte tu lonche en la mañana porque no me gusta que lleves comida de otro día", me decía.

Recuerdo, más atrás en el tiempo, las desmañanadas que hacía cuando mi Papá rolaba turnos en la fábrica en la que laboraba. Ese turno en el que se tenía que levantar a las 5 de la mañana, era para nosotros un proceso conocido y mi Mamá, al igual que lo haría años después conmigo, se levantaba para prepararle el lonche a mi Papá o simplemente para despedirlo y darle la bendición.

Recuerdo su sazón: nadie como mi Mamá para preparar un arroz, unas albóndigas, un caldo de res, un mole con pollo y arroz, un hígado encebollado, unos molletes, unas habas, unos ejotes con huevo, nopalitos con cebolla, y un sinfín de guisos que recuerdo no solo en la mente sino en mi peladar que se preparó para comer todo lo que se me sirviera en una mesa. "Eres el único que pruebas todos mis guisos", aún recuerdo que me decía.

No olvidaré, porque aún lo hace, las bendiciones que me da cuando sabe que emprenderé un nuevo proyecto, o cuando sabe que tendré un viaje en puerta, o las que me daba cuando tenía que presentar un examen en mis tiempos de estudiante, o cuando simplemente te enteras de algo que conllevaba un riesgo.

El pedirme que me aproxime para darme la bendición persignándome con aquella lentitud y el consabido "Dios te bendiga hijo", es algo único. Es algo que me hace pensar que las Madres tienen una conexión directa con Dios y que esas bendiciones son transmisiones directas emitidas por Dios a través de las Madres.

Quiero seguir recibiendo tus bendiciones por mucho tiempo.

Y los recuerdos me traen de regreso al griterío de los niños, las bromas de mis hermanos, la comida en tu honor.

Por eso, al verte sentada ayer, en medio de todos tus hijos, tus nietos, tus hermanos, en medio de todo lo que has formado con tu presencia en este mundo, me hace sentir el hombre más feliz del mundo.

¡Has logrado una gran familia y tu ejemplo es el motor de ella!

¿Qué te puedo regalar en tu cumpleaños?

Simplemente traje besos, como me lo pediste.

 

 

¡Feliz Cumpleaños Mamá!

 

Te amo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Por Víctor M. Rodríguez G.

 

Noviembre, 2011

 

 

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