9 Días que me marcaron, Día 3

Día 3

La Bitácora del Amor iba creciendo en comentarios una vez que nos enfocamos a utilizarla como registro de todo acontecimiento que le sucediera a mi Madre. Un especialista se hizo cargo de su caso de manera que, para el 8 de Febrero, ya teníamos un cuadro de su condición: la radiografía del tórax mostraba agua en los pulmones, con más intensidad en el pulmón izquierdo. Probablemente una neumonía podría ser el mejor diagnóstico. Además, su nivel de oxigenación no era el adecuado. La estrategia del Doctor cambió a partir de este cuadro y comenzamos a ver las cosas de manera distinta, con menos esperanza y mayor preocupación.

 

Los cuidados se tornaron más intensos y los niveles de insulina, suero, medicamento especializado, fueron tensando la situación entre los que cuidábamos a mi Madre y demás familiares.

El rol que emprendimos mis hermanos y yo, marchaba como reloj. Cada uno se comprometía a una hora para estar en el hospital y se cumplía a cabalidad. Cada uno estableció sus rutinas para la atención de mi Madre. Mientras unos la cobijaban a más no poder, otros impedían que las sábanas incrementaran la temperatura corporal de mi Madre. Unos le besaban la frente constantemente, otro simplemente le hablaban. Unos aprendieron a suministrarle su comida por medio de una sonda o catéter que le aplicaron durante este tercer día, otros aprendieron a ajustarle la mascarilla de oxígeno. Todos a cual más, le externaban muestras de cariño y palabras de aliento a mi Madre que seguía inconsciente, inmóvil.

El rol del turno de la noche es el más crítico, no solo para el paciente, enfermeras y doctores de guardia, como para los familiares que acompañan al enfermo. Mis hermanos que tomaron ese rol nocturno, merecen toda mi  admiración. No importando su rutina de trabajo, terminaban el día asistiendo a mi Madre toda la noche, durmiendo en un sofá poco confortable y que había sido la morada de miles de familiares que vigilaron a sus enfermos antes que nosotros. A manera de asepsia, las enfermeras colocaban una sábana sobre el sofá para que los que lo utilizábamos no estuviéramos en contacto directo con las telas del mueble. Las sábanas eran cambiadas de forma diaria para descanso de los que utilizábamos ese sofá.

 

Esta fecha, el 8 de Febrero, tiene un significado especial. Hacía 49 años que mis Padres habían contraído matrimonio. En varias ocasiones habíamos visualizado como sería el festejo de las Bodas de Oro de mis Padres. Nadie pensaba que, un año antes del festejo, mi Madre estaría postrada en una cama de hospital. Y mucho menos imaginamos, que no alcanzaría la fecha de sus Bodas de Oro, celebración que culminaría ese ejemplo de amor y constancia que ha caracterizado el matrimonio de nuestros Padres para todos los que los rodeamos.

 

La visita de mi Padre ese día era obligada. Ni sus palabras, besos, arrumacos, pudieron alterar la condición de mi Madre. Ese día, -me confiaría mi Padre días después-, la esperanza de ver a mi Madre en casa y en la condición en la que la conocíamos, se perdió para él. Me imagino que, para no menguar la condición de todos sus hijos, esa desesperanza que mi Padre tuvo, no nos la comunicó, pero muy en sus adentros, su corazón le dictaba que su pareja de toda la vida, pudiera no recuperar su salud.

 

 

 

 

Víctor M. Rodríguez G.

 

Febrero, 2014

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