9 Días que me marcaron, Día 4

 

Día 4

Los niveles de azúcar no bajan. Aún cuando las medicinas y las dosis habían sido cambiadas para mejorar su condición, el cuerpo de mi Madre no asimilaba, como se esperaba, las cantidades de química que entraban en sus venas, en su sangre.

 

Cuatro días en un hospital, inmóvil, es blanco fácil para las escoriaciones en la piel de un paciente. Esto se acentúa cuando el paciente padece de diabetes y su piel, al estar en contacto con las sábanas, se convierten en lijas que abren cualquier parte de la espalda, las piernas, el costado. La fiebre que presentaba mi Madre, tampoco ayudaba en mejorar la condición de su piel. Todo esto llevo a que iniciaran una serie de recomendaciones para mejorar la condición de inmovilidad de mi Madre. Pronto nos sugirieron la compra de materiales especiales para colocar en la cama de hospital. Enfermera que atendía a mi Madre y viendo las llagas que poco a poco nacían en la su piel, nos explicaba su experiencia para una mejor estancia de mi Madre en la cama. Nos dimos a la tarea de investigar al respecto.

 

Mi Madre fue educada "a la antigua". Muchos de los remedios caseros que se estilaban en la generación de mis abuelos, fueron transmitidos a sus hijos, entre ellos, a mi Madre. Uno de esos remedios es lo que nosotros conocemos como "friega" de alcohol. El remedio se aplica cuando una persona tiene fiebre alta y no se puede disminuir con ningún medicamento. El procedimiento incluye la aplicación de alcohol etílico en las piernas, en la región posterior a las rodillas (mi Madre le llamaba "corvas"), y en las plantas de los pies. En muchas ocasiones fue paciente en este procedimiento y muchas de las veces, con buenos resultados.

 

La fiebre de mi Madre no aminoraba y ya eran muchos días con ese nivel. Por más medicina que le aplicaran, la fiebre no se contenía. Mi hermana entonces, le aplicó la "friega" de alcohol a mi Madre y vimos como el remedio surtió efecto. En una extraña forma de cambiar las condiciones de la vida, el procedimiento muchas veces aplicado por mi Madre a sus hijos, mostraba su efectividad en manos de uno de sus hijos y aplicado a ella que tantas veces lo empleó. La transmisión de los remedios generacionales continuaba.

 

Siendo mi Madre una mujer dedicada a Dios, con más de 25 años de impartir catecismo a muchas generaciones, no se nos hizo extraño que fuera visitada por un Sacerdote, aún cuando no fue algo solicitado. Un día antes de internarla, un tío tuvo la atinada decisión de solicitar la visita de un Sacerdote quien visitó a mi Madre para impartirle el sacramento de la Unción de los Enfermos. Todo lo anterior fue explicado al Sacerdote que la visitó y nos ofreció otorgarle la comunión un día después, Domingo, día en que se celebraba la Jornada Mundial del Enfermo. Así lo convenimos y la visita nos dejó un motivo de esperanza espiritual ante tantos hechos reales dictados por los Doctores y Enfermeras y fielmente registrados en la Bitácora del Amor. Algo así nos hacía falta a todos.

 

Los Doctores iniciaron la revisión del derrame cerebral con el que habíamos ingresado a mi Madre. Hasta este punto, todo se había concentrado en nivelar los valores de azúcar y al fiebre tan elevada que presentaba mi Madre y el accidente cerebral había quedado a un lado. Si entendí bien, entrábamos en un círculo vicioso en el cuadro de mi Madre: la fiebre era provocada por una infección en las vías urinarias y, probablemente, por el principio de neumonía que presentaba. Esa fiebre alta, provocaba los niveles de azúcar altos. La medicina suministrada cambiaba entre atacar los niveles de azúcar o en atacar la infección de las vías urinarias. Además, la condición de los pulmones impedían una buena oxigenación y de ahí la condición de inconsciencia. Todo lo anterior, impedía revisar el cuadro de ausencia, de letargo, de adormilamiento que presentaba. Así que, en este día 9 de Febrero, se iniciaron los trabajos para revisar la condición cerebral de mi Madre. La tomografía fue el procedimiento a seguir.

 

La cantidad de amigos que tenemos mis hermanos y yo, es enorme. Nuestra infancia y juventud estuvo plagada de amistades por lo que no fue extraño el conocer – o reconocer – a personas que asisten en el hospital. Una de esas amistades fungía como Jefa de Enfermeras de la sección del hospital en el que estábamos. Ella nos pudo orientar sobre los procedimientos y prioridades que estaban definiendo los doctores que, aunque nos comunicaban diariamente los progresos, una Jefa de Enfermeras nos pudo detallar mejor los pasos seguidos, sobre todo por ser una amistad de años. Los estudios de tomografía y rayos X del tórax fueron realizados en este día.

 

La esperanza aumentó este día porque mi Madre tosió en varias ocasiones y, en una revisión médica, hasta gritó. Fueron señales de vida que no habíamos visto desde su internación.

 

 

 

 

 

Víctor M. Rodríguez G.

 

Febrero, 2014

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