9 Días que me marcaron, Día 7

 

Día 7

No recuerdo como llevé a cabo mi exposición al personal del área de Ventas este día. Recuerdo estar parado enfrente de ellos explicándoles los nuevos lanzamientos de productos que teníamos en el horizonte futuro y aquella larga sesión de preguntas y respuestas. Días después me informaban que mi ponencia había sido la mejor de la convención. Desafortunadamente, no recuerdo mucho sobre el evento. Todo mi sentir, mi mente, estaban puestos en la condición de mi Madre y la decisión en la que los doctores estaban esperando respuesta de todos nosotros, la familia.

 

No bien terminé mi trabajo en la sesión de Ventas de mi empresa, corrí al aeropuerto para ver si podía adelantar uno o dos vuelos y así llegar al lado de mi Madre en el menor tiempo posible. Tenía conexión en otra ciudad lo que parecía una misión casi imposible el poder encontrar algo que se ajustara a lo que estaba esperando: un vuelo de transportación inmediata a mi destino. Finalmente logré cambiar un vuelo pero la siguiente conexión fue imposible. Mi encuentro con un gran amigo en la sala del aeropuerto me ayudó a relajarme ya que su plática me hizo bien. Además, se ofreció a llevarme a mi casa dado que tenía su auto en el estacionamiento del aeropuerto. A mi arribo a la casa, mi esposa e hijos estaban esperándome con mucha impaciencia. Sabedores de mi carácter, entendían que vendría en una condición precaria por la noticia conocida ayer sobre la condición de mi Madre, la decisión que debíamos tomar y, sobre todo, por el largo viaje que aunque en horas de vuelo eran pocas, la espera en las salas del aeropuerto lo habían hecho eterno. El asearme y prepararme para ir al hospital fue cosa de unos minutos. Ya en el auto que conducía para llegar al hospital, pensaba todos los pros y contras del procedimiento que debíamos decidir aplicar o no para mejorar la salud de mi Madre.

 

No bien llegué al hospital me di cuenta que el estado de mi Madre seguía siento el mismo. Las locuras de mi pensamiento y la información que me habían dado, me daban una imagen de que mi Madre estaría en una peor condición. La mente nos juega muchas cosas cuando la imaginación gana a la realidad. Tantas cosas que pensé que fueron diferentes a la realidad. Finalmente mi Madre seguía en coma, sin avance en la mejora pero no se había deteriorado como lo había pensado tantas veces durante mi viaje de regreso. No tardé mucho en actualizarme de los pormenores al momento de leer la Bitácora del Amor. Uno de mis hermanos había escrito su entrevista que tuvo con un Doctor amigo suyo de la infancia. El Doctor le había explicado el procedimiento que le estaban esperando aplicar a mi Madre y lo hizo con lujo de detalles. Eso amplió mi lista de pros y contra que tanto había repasado mentalmente durante mi trayecto de ciudad en ciudad, de vuelo en vuelo.

 

El que mi Madre fuera una mujer que ayudó a tanta gente aunando al hecho de que mis hermanos y yo tenemos muchos conocidos, las visitas para conocer el estado y salud de ella, no se hacían esperar día a día. Para estas fechas, era constante el tener familiares, amigos, conocidos y uno que otro personaje que mi Madre ayudó sin que nosotros lo supiéramos, presentes al pie de su cama. Este hecho, hacía que, los que la cuidábamos día y noche, tuviéramos que salir de la habitación del hospital para que solo permanecieran de una a dos personas en la habitación. Este hecho, si bien es muestra del gran cariño que le tenían a mi Madre, era también molesto para los que estábamos pendientes de cada detalle que acontecía alrededor de su tratamiento. La molestia no se hizo esperar, principalmente en los hermanos que les tocaba el turno diurno, que es cuando las visitas se incrementaban.

 

Con la finalidad de eliminar la cantidad de "piquetes" que constantemente era objeto mi Madre en sus brazos y manos, ya sea para obtener una muestra de sangre o suministrarle algún medicamento, los doctores optaron por colocarle un catéter para que ahí le suministraran desde el suero, alimentos, medicinas, etc. La molestia en el procedimiento llevó a un pequeño despertar en la condición de mi Madre al grado que lloró por el dolor que le infringieron. Si bien es algo que hizo sufrir a mi hermana que presenció el procedimiento, no dejó de ser un hecho que albergaba esperanzas después de tantos días en estado comatoso.

 

A mi llegada a las 21:39 horas del día 12 de Febrero del 2013 y dándole gracias a Dios por permitir regresar de mi viaje y que mi Madre estuviera viva, que me haya esperado, nos reunimos toda la familia para discutir el procedimiento del cual esperaban los doctores nuestra respuesta. En punto de las 23:00 horas, todas las voces de la familia fueron externadas y escuchadas. Por primera vez en tantos días de vigilancia, nos habíamos reunido todos los hermanos con mi Padre. El hecho de tener un rol con un horario definido, solo nos permitía ver al hermano o hermana que nos entregaba el turno y al que se lo dejábamos. Ese día, a esa hora, nos pudimos reunir todos a las afueras del hospital, en unas bancas que durante el día, están abarrotadas de familiares esperando la hora de visita para convivir con sus pacientes. En ese lugar se puede oler comida, observar restos de comida y basura, murmullos y voces y todo lo que conlleva ser el centro principal de entrada a la sección de internados. Pues bien, ese día y hora, el lugar fue completamente para nosotros.

 

Las emociones afloraron en cada uno de nosotros. El hecho de no haber platicado todos juntos nos hizo conocer las sensaciones y emociones que cada uno tenía en sus adentros. Era casi imposible enfocarnos a lo que era relevante: la decisión de que intervinieran a mi Madre o no. Acordamos que la decisión fuera, finalmente, de mi Padre. Fueron algunas horas de plática y sacar a flote las emociones.

 

Finalmente, el acuerdo fue que no permitiríamos que le colocaran el respirador artificial a mi Madre, tal y como lo sugerían los doctores.

 

 

 

Víctor M. Rodríguez G.

 

Febrero, 2014

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