9 Días que me marcaron, Día 9

 

Día 9

El 14 de Febrero es especial para muchas personas. En mi pequeño mundo, esta fecha tiene un significado mayor. Este día, mi esposa cumple años. Un día como este transcurre entre muestras de cariño por ser ella el amor de mi vida y de celebración por un año más de su vida. Como si fuera cosa del destino, la fecha se enlaza con un acontecimiento que hizo que la ocasión también se llenara de nostalgia: un 13 de Febrero, murió la abuela materna de mi esposa, persona que se ganó mi adoración en el tiempo que la conocí. Fundadora del matriarcado que rige la familia materna de mi esposa, su abuela fue un símbolo de fortaleza, rectitud y vigor durante muchos años en la familia. Desde su partida, la fecha también envuelve un dejo de nostalgia por su ausencia.

 

Este año, la fecha nos deparaba otra situación digna de recordar. La condición de mi Madre no me daba motivos para pensar en la fecha de los enamorados o en el cumpleaños de mi esposa. Con su silencio, mi esposa me dio a entender que este año no tendría ninguna exigencia para conmemorar su cumpleaños. Comprensiva como ninguna, entendió perfectamente que, la preocupación que nos embargaba a todos en la familia, no daba para pensar en algo extraordinario en esa fecha. Y silente, comprensiva y soportando mis ausencias para ir al cuidado de mi Madre, pasó su día.

 

Los niveles de azúcar no bajaban. Se habían cambiando dosis, tipo de medicina e, inclusive, un dosificador automático de insulina, formaban ahora parte del repertorio médico que observábamos alrededor del lecho de mi Madre. En el horario que me había auto asignado para cuidar a mi Madre, era característico la visita del Doctor a cargo de todos los cuidados médicos de mi Madre. Sin que lo hayamos planeado, me había convertido en el vocero de la familia por el contacto que tenía con el Doctor cuando visitaba a mi Madre y que coincidía con el horario que tenía en el rol. De esa manera, las conversaciones "oficiales" las llevábamos a cabo en mi turno.

 

Ese día, el Doctor presentó su lado humano y tuvimos una larga charla. Se sinceró conmigo y me confió todas las hipótesis que se había planteado y las acciones que se habían emprendido para que mi Madre despertara de su letargo. Me aseguró que estudiaría nuevamente todos los procedimientos y reacciones que había tenido mi Madre desde su internación y que vería el problema desde otra perspectiva. Me confió que tenía claro lo que se debía hacer para resolver el problema de las vías urinarias, el grado de neumonía y hasta el micro infarto cerebral. Lo que no se podía explicar era el estado comatoso que presentaba mi Madre. Tenía que trabajar en entender esa parte y le programó un electro encefalograma para ese día. El estudio debía efectuarse en otro hospital ya que en el que estábamos, el equipo tenía variaciones que podrían arrojar resultados insatisfactorios. Debíamos preparar el trasladado de mi Madre a otro hospital.

 

"Si tu Mamá ya tiene 8 días en lucha, debemos corresponderle revisando otras causas", me dijo al concluir la charla.

 

Como si la charla con el Doctor hubiera cambiado las cosas, ese día se llevaron acciones que antes no habíamos planeado o comentado entre nosotros y las enfermeras. En primer caso, mis hermanas y las enfermeras planearon un baño para que mi Madre pudiera estar aseada después de tantos días en cama. Además, el tema de las úlceras o llagas, era algo que nos preocupaba. Días antes, mi esposa se dio a la tarea de encontrar la última tecnología en colchones para enfermos en coma y consiguió adquirir uno para mi Madre. Las bolsas de aire pequeñas que llenaban toda la superficie del colchón y que eran controladas por un dispositivo o bomba que le permitía tener siempre llenos y con presión a esas bolsas, permitía que las úlceras no se incrementaran. De esa manera, aunque era imposible que lo supiéramos de los propios labios de mi Madre, pensábamos que ella podía estar en mejor condición en la cama.

 

La Bitácora del Amor ahora si registró el gran momento que vivieron mis hermanas recordando momentos que habían vivido al lado de mi Madre. Posteriormente a los acontecimientos, mis hermanas nos confiaron que estuvieron riéndose por más de dos horas recordando situaciones que ponían en jaque a la autoridad de mi Madre y que, en más de una ocasión, provocaron un enorme regaño por parte de ella. Cada recuerdo que contaban, les provocaron toda clase de sentimientos, entre ellos, el de la risa que les recordaban aquellas andanzas. El leer esto en la Bitácora y su explicación posterior, me dio una gran alegría, emoción que nos faltaba en todo este tiempo.

 

Como si fuera un presagio, la tarde de ese día, visitaron a mi Madre todos sus hermanos vivos. Poco a poco fueron llegando al hospital una vez que pactaron una hora para la visita. Era claro ver su preocupación y tristeza en los rostros de cada uno de ellos. Con una autorización especial, les permitieron que la visita fuera de más de dos personas como era el protocolo. Tarde me enteraría que ese permiso especial había sido otorgado por la Jefa de Enfermeras debido a que, en sus registros, señalaban a mi Madre como enfermo en fase terminal, noticia que me dejó helado y sin aliento después de la plática que había tenido con el doctor esa mañana.

 

Mi Padre, con toda la prudencia que lo caracteriza, nos pidió que la visita de los hermanos de mi Madre fuera únicamente entre ellos. No recuerdo si alguna de mis hermanas estuvo presente. Los minutos que pasaron sus hermanos con mi Madre la tranquilizaron. Si bien no despertó nunca de su condición de letargo, el ver su respiración nos hacía saber si estaba alterada o no. La visita hizo que su respiración se tranquilizara.

 

Mi alma no podía tener paz al ausentarme todo el día y pensado en el cumpleaños de mi esposa. Con el dolor de mi corazón y con el consejo de todos mis hermanos presentes ese día en el hospital, procedí a dejar a mi Madre en su condición para, al menos, convenir celebrar el cumpleaños de mi esposa en algún restaurante cercano a donde vivimos. El dolor del corazón provenía de dos situaciones: la visita tan emotiva de los hermanos de mi Madre que lloraron desconsolados al ver la condición de mi Madre y, el hecho de haber conocido que los doctores tenían en condición de enfermo en fase terminal a mi Madre.

 

Besé a mi Madre como nunca lo había hecho a lo largo de tantos días y me dirigí a pasar una velada con mi esposa que me esperaba comprensivamente. Aún recuerdo el restaurante tan poco apropiado al que la llevé pero, la hora en la que arribamos y el estado de cansancio que tenía, no me permitieron cumplir con cabalidad tan importante fecha. El que nos acompañara nuestra hija a la cena, ayudó en mucho a la velada. Su chispa nos mantuvo a mi esposa y a mí, en una charla continua que me hizo olvidar lo vivido durante el día.

 

 

Víctor M. Rodríguez G.

 

Febrero, 2014

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