9 Días que me marcaron

 

 

Día 1

 

Después de la regañada recibida por el Doctor que visitó y examinó a mi Madre, decidimos que, a primera hora del día 6 de Febrero del 2013, la estaríamos internando en el hospital.

 

Mi Madre estaba postrada en la cama y habitación de mi hermana que se había convertido en suya desde que su salud empeorara. Ese día, como cada Martes, la habíamos visitado para cenar con ella, tradición que mi Madre había instituido con mi familia para dedicarnos tiempo – y sus guisos tan espectaculares – y así poder convivir con mi esposa e hijos. Al ver la situación en la que estaba y no importándome los comentarios de mi Padre y hermanas, decidí contactar a un Doctor en el servicio de urgencia que tenemos contratado. La visita del Doctor se dio casi a la hora de la llamada de servicio.

 

Mi Madre presentaba un cuadro poco satisfactorio. Al parecer – después lo comprobaríamos – tenía presente un accidente cerebral y su cara, brazo y pierna derecha, reflejaban esa embolia cerebral. Además de no poderse comunicar, la fiebre era alta y tenía problemas para respirar. Como era de esperarse, el Doctor, además del regaño por la condición en la que estaba mi Madre, nos pidió internarla de manera inmediata.

Mi Madre ingresó al hospital el día 6 de Febrero a las 5:43 am y ya no salió con vida.

 

Siempre pensé que la condición de mi Madre se podría revertir. La sensación continúa hoy en día. A un año de su ingreso al hospital, nunca pasó por mi mente – y la de mis hermanos, Padre y familiares – que ese ingreso al hospital concluiría con los días del ser más influyente que he conocido en mi vida.

 

La sala de urgencias estaba completamente llena. La enfermera de recepción dudo varios segundos en determinar la admisión de mi Madre tomando en cuenta que no existían camas en el área. Probablemente la aflicción que mostraban las caras de mi hermana y mis dos hermanos que acompañamos a mi Madre al hospital, provocaron en la enfermera una decisión fuera de lo normal: le pidió a un camillero que fuera por una cama de hospital y la trajera a la sección de urgencias. Con dificultad, pudimos sacar a mi Madre de la camioneta de mi hermano que hizo las veces de ambulancia ese día. Mi hermano el menor, con una fuerza insospechada, levantó de una sola vez, a mi Madre que no tenía mucha noción de lo que estaba pasando. La camilla la introdujo a la sección de urgencias y nuestros ojos solo alcanzaron a ver que la colocaban en una cama cercana a un pasillo. Mi hermana la acompañó en el proceso de admisión.

 

Los minutos se tornaron horas y los procedimientos tardaron lo que tardan en esas instituciones que lo mismo se caracterizan por la eficiencia y el excelente trato a los pacientes, como por sus ineficientes y burocráticos procedimientos que se siguen y hacen que tanto los pacientes como sus familiares, vivan un calvario irremediable.

 

Varios procedimientos le fueron programados a mi Madre para ser efectuados durante el día.

 

Mientras tanto, nuestras esperanzas se limitaban a saber la condición de mi Madre y su evolución.

 

El oxígeno que le suministran a través de una mascarilla, hace que la respiración de mi Madre fuera irregular y ruidosa. La escena es muy dolorosa para todos que la visitamos por minutos durante el día. La fiebre no aminora.

 

Pasamos el día desesperados por los procedimientos que llevan tiempo y carcomen nuestras esperanzas.

 

Una amiga de la infancia me reconoce en la sala de espera y me confía que uno de sus sobrinos es Doctor de la sección de urgencias. Me ofrece platicar con él para que vea a mi Madre. Cualquier ayuda para agilizar los procedimientos es buena en estos momentos.

 

Mi hermana busca al Doctor que atiende regularmente a mi Madre y que tiene su consultorio en el mismo hospital en el que está internada mi Madre. También busca a nuestro gran amigo de la infancia y que tiene un puesto administrativo, al igual que su consultorio, en el mismo hospital. Como menciono, cualquier ayuda para agilizar la lentitud de los hospitales, es buena para calmar las ansias.

 

Mi Madre, ese día 6 de Febrero, entra en un sueño profundo del cual no despertaría jamás. No volví a escuchar su voz a partir de este día. Aún extraño su voz y solo los videos en los que aparece, me han satisfecho ese inmenso deseo de escucharla.

 

 

Nota.- ¿Porqué Madre y no Mamá?

Siempre tuve un juego de palabras con mi Madre. Al momento de verla, le decía: "Madre, madre, madre" y ella me contestaba "Hijo, hijo, hijo". De ahí que la recuerdo llamándola más como Madre que como Mamá. Simple costumbre.

 

 

 

 

 

 

 

Víctor M. Rodríguez G.

 

Febrero, 2014

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