A un año de tu partida

 
 
 

Gracias a todos por acompañarnos…..

 

Doña Susana…..Susy…..Mamá…..Abuelita….

 

Ha pasado ya un año de tu partida y aún te sentimos con nosotros. Tu ausencia física la hemos cubierto con tantos recuerdos y anécdotas que sabemos que no te has ido del todo. La alegría con la que viviste tu vida nos la has tatuado a todos en la piel y es por eso que más que dolor, siempre te recordamos con gran alegría y celebramos todo momento que nos viene a la memoria.

 

Tenemos muchas cosas que compartir de ti. Podríamos escribir varios libros sobre tu vida y la huella que has dejado en todos los que tocaste con tu presencia. Sin embargo, el día de hoy queremos recordar, al menos, tres cualidades que te describen perfectamente: tu amor por Dios, tu sencillez y tu cariño por los que te rodeaban.

 

No en balde te reconocieron tus 25 años como catequista. Tu innegable amor por Dios te llevó desde tu juventud a ser una verdadera cristiana. Pronto en tu vida aprendiste a rezar el Rosario como si fuera una conversación amena con nuestra Madre La Virgen María y lo practicaste todos los días de tu vida. Si algo recordamos tan vívidamente, son tus famosos Rosarios de cada año ya sea en casa, en tus caminatas al santuario o, cuando ya no tenías las fuerzas necesarias, a las afueras de tu casa cuando convocabas a una buena cantidad de gente para que te acompañara.

Y qué decir de la cantidad de  niños y otros no tan niños a los que indujiste, con tu adorable pasión, para que fueran a su Primera Comunión tan preparados como si fueran a convertirse en sacerdotes. Todos recordamos tu casa llena de esos niños a los que les cantabas, les leías la biblia, les hablabas de los Mandamientos y su significado.

Nuestro recuerdo también se enfoca en aquellas historias sobre los pasajes bíblicos que inventabas con tal de que los niños pudieran conocer más de la vida cristiana empleando personajes actuales para que les fueran familiares a esos niños y pudieran retener mejor los mensajes bíblicos.

También, aquellas canciones que transformabas por no decir que las inventabas, para que los niños pudieran estar atentos a la clase.

 

Fueron muchos años, muchos niños, muchas comadres, en más de 25 años de servir a Dios con tus clases de Doctrina. No nos queda duda de que estas cosechando en estos momentos, al estar en la presencia de Jesús y su Padre Dios, lo que sembraste en la tierra con esas clases.

 

Jesús predicó, la mayoría de las veces, ante la gente más sencilla y se rodeó de ellos para dejar su mensaje. Así eras tú: la más sencilla de las personas. Esta cualidad fue algo que muchos te reconocieron. Con frecuencia recordamos tus frases aquellas en las que, ante la presencia de tantas personas en tu casa, los invitabas a comer diciendo "Le echamos más agua a los frijoles para que nos alcance" o "Aunque sea una torta de frijoles tenemos".

 

Esa sencillez con la que viviste tu vida se reflejó en tu forma de vestir, en la forma en la que criaste a tus hijos, en la forma en que llevaste tu casa. No importando si tenías los manteles o las sábanas nuevas, siempre las tenías impecablemente limpias y decías: "No importan que estén viejas las sábanas, mientras estén limpias".

 

Esa sencillez, al igual que los seguidores de Jesús en su tiempo, te permitió estar siempre en Su presencia y fuiste tocada por Su amor. Ese amor que compartirse con tanta gente.

 

Tu casa siempre fue centro de atención de muchas necesidades. Era común ver la puerta abierta de tu casa todo el día. Por tu casa, lo mismo circulaban Mamás pidiendo un remedio casero para sus hijos enfermos o afligidas por alguna situación que tú aminorabas con tus consejos o simplemente escuchándolas. Muchas veces te vimos llorando por la salud de alguna persona o por la situación de otra. Tu llanto era tan común entre nosotros que comprendíamos que sufrías por todos aquellos que te compartían una noticia triste o por aquel llanto de alegría porque te habían compartido algo que te había puesto feliz. "Tengo corazón de pollo", nos decías.

 

Cuando tus hijos crecieron, la casa se llenó de amigos de tus hijos a los que alimentabas ya sea de comida o consejos para que se portaran bien y que no hicieran batallar a sus padres. Muchos de ellos fueron tus alumnos en el catecismo así que tenías la autoridad moral para orientarlos o regañarlos.

 

Y esas tres cualidades combinadas, las volcaste en el inmenso amor que le profesaste a tu marido. Te derretías en bendiciones cada vez que tu esposo salía a su trabajo y le pedías a Dios que lo cuidara cada día hasta completar más de 28 años de trabajo. Con esa sencillez que te caracterizaba, nunca le pediste a tu esposo que te diera joyas, lujos, viajes. Simplemente te limitaste a recibir lo que tu esposo te daba como fruto de su trabajo. Sin exigencias, sin demandas. Y ese tu amor que contagiaba a todos, también lo vertías en tu viejo, como le llamabas a tu marido. A todos nos consta que pocas veces escuchamos o vivimos una riña entre Uds. Fueron un matrimonio que comprendieron el tiempo que vivían y le sacaron provecho a todo cuanto pudieron.

 

No fue fácil para Uds. criar a 5 hijos que demandaban de todo. Y cuando los hijos crecieron, sin inmutarse, también apoyaron en la crianza a sus nietos. Sin chistar, sin pensarlo. Por ello, esos 50 años de matrimonio que estuvieron a punto de cumplir este pasado 8 de Febrero, nos demuestra que existe el amor verdadero y que puede ser contagiado por generaciones simplemente con el ejemplo.

 

Te extrañamos Susy, mucho.

 

Pero también estamos contentos por el legado tan maravilloso que nos dejaste.

Inyectaste en las venas de cada uno de nosotros esas cualidades que te definieron.

Inyectaste en nosotros la alegría por la vida y así queremos seguir recordándote: Alegre, Sencilla, Con un inmenso amor por Dios y tus semejantes.

 

Dios nos de fortaleza para seguir recordándote de esta manera.

 

Te amamos Susy.

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