El Quijote y Dulcinea con Sir Walter Raleigh

Por Víctor M. Rodríguez G.


-"¿Y ahora tú? ¿Por qué esa facha?", le preguntó la Doña a su Marido al verlo llegar al lugar en donde se encontraban con frecuencia.


-"¿Por qué te estás dejando la crecer la barba? ¡Pareces otro!", lo encaró como muchas veces lo había hecho en el pasado.


-"¿No te gusta? ¿Me veo mal?", respondió tocándose la barba crecida de más de dos meses aquel Marido que, sorprendido por la pregunta, no atinaba ni a saludar a la Doña.


-"Lo que pasa es que estoy en búsqueda de trabajo y me llegó una oportunidad. Deja te cuento." Entusiasmado se preparó para describirle los detalles de su tan singular apariencia.


"Resulta que me llamaron para interpretar un papel en una obra de teatro. Si, ya sé lo que estás pensando – se adelantó al posible reproche en forma tan característica de la Doña para hacer preguntas-, pero déjame explicarte.


Siempre me gustó la actuación y me pareció una buena oportunidad el emprender algo de lo que siempre me habría gustado hacer, pero que no había tenido el coraje de iniciar. El papel que me ofrecieron fue el de interpretar el Quijote de la Mancha. ¡Si, el Quijote! Por mi apariencia y edad, les pareció a los productores que podría encajar en el personaje.


Me presenté a la audición como me ves ahora: con una barba media crecida, algo quemado por el sol para dar la apariencia necesaria del caminador de veredas y con mis mejores vestidos para aparentar ser un actor consagrado.


-"Señor Don Willy", se dirigieron a mí con una solemnidad que no atiné a descifrar si ya me hablaban como si fuera el Caballero de la Triste Figura o como el simple actor que estaba en búsqueda de un papel en la obra. "Ud. tiene un gran parecido a Don Quijote, no lo podemos negar, pero su figura nos hace dudar si podría pelear en contra de los Molinos de Viento que hemos preparado para representar una escena que queremos montar en la obra. Pensamos que pudiera tener un accidente."


Estaba a punto de darme la media vuelta cuando el productor me dijo:

-"¿En realidad se quiere iniciar en el mundo de la actuación?", me preguntó como dudando de mi repentina vocación al arte. "Tenemos un trabajo que pudiera interesarle. Es pequeño pero le puede servir para iniciar", me trataron de convencer con esas palabras. "Tenemos un papel para interpretar a Sir Walter Raleigh en una serie de fotos para publicidad. Tiene la apariencia y pudiera encajar en lo que se está buscando."


Salí del lugar y me dirigí a la dirección en donde se llevarían a cabo las sesiones de fotografía que me habían comentado.

-"Estamos haciendo una campaña para una cajetilla de cigarros. La publicidad que nos obligó el Gobierno a presentar en las cajetillas, nos ha bajado mucho las ventas. Queremos regresar a la figura de Walter Raleigh que por mucho tiempo nos representó como el emblema de nuestra marca de cigarrillos. La idea es que estas fotos se publiquen en tiendas de la esquina, aquellas que aún existen en los pueblitos y recuperar ventas con la imagen", me explicaron de inmediato no bien vieron mi apariencia parecida al personaje.


-"Le colocaremos una vestimenta a la usanza de esos tiempos y veremos cómo se le ve la barba", fueron las instrucciones que me dieron para iniciar los trabajos.


Por más que estiraba la barba, no pude hacerla crecer para que sobresaliera de aquel cuello que representaba la vestimenta del siglo XVI. Fue inútil. Era demasiado el material bordado que sobresalía del traje, que mi barba de dos meses no podía reflejar lo que el fotógrafo exigía de la toma.


-"Lo sentimos Don Willy. Será para otra ocasión", me consolaron en mi camino hacia la puerta.

 

Como verás, la apariencia que ves ahora es motivo de mi naciente amor por la actuación. Debo confesarte que fue mi debut y despedida. No vuelvo a solicitar trabajo de actor, aunque no me cerraré a un llamado siempre y cuando sean los mismos productores quienes me busquen".


-"¿Cómo ves, Doña Susy? ¿Estoy loco? Por eso esta apariencia que traigo. Mis hijos me dicen que me veo bien. Además, está de moda. Veo muchos jugadores de futbol, actores, comentaristas de televisión que se han dejado crecer la barba. ¿No te gusta?", el Marido le susurró a la placa de mármol que cubre la última morada de la Doña. "Llegando a la casa me la rasuro. Faltaba más."


-"Ya me voy Doña Susy. Me dio mucho gusto platicarte lo que ando haciendo. Regreso pronto a visitarte. Espero estar presentable para ti en la próxima ocasión. No me gusta que me regañes."

 

El Quijote se alejó del cementerio en donde yace su Dulcinea. Nuevos molinos de viento se encontrará, pero su Dulcinea siempre estará a su lado para enfrentarlos. Siempre juntos como los 50 años que duró su matrimonio. A lo lejos, se le vio encender un cigarrillo Raleigh. Cómo lo hizo por más de 30 años.

 

 

De esas historias que me cuenta mi Padre cuando lo visito. Sólo cumplo con escribirlas.





Noviembre, 2015

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