¿Por qué desaparecen los japoneses sin dejar rastro?

¿Por qué desaparecen los japoneses sin dejar rastro? - EcoDiario.es

¿Por qué desaparecen los japoneses sin dejar rastro?

Un japonés espera al tren en Fuji. Imagen: Bidouze Stéphane | Dreamstime

Un examen fallido, una empresa en bancarrota, un despido, un fracaso matrimonial, una conflictiva situación familiar... Los problemas que sortean las personas a diario cobran una dimensión especial e hiperbólica en la exigente sociedad de Japón, donde se convierten en excusas perfectas para desaparecer. De la faz de la Tierra y del listín telefónico.

Así es la historia de los johatsu, que en japonés significa los "desaparecidos" o "evaporados", esas personas que, hundidas por un fracaso personal, deciden poner fin a la sensación de vergüenza y angustia cerrando esa etapa vital para abrir una nueva construyendo su refugio en el anonimato. Algunos de los detalles más curiosos de este fenómeno social han sido recientemente revelados en el libro The Vanished: the Evaporated people of Japan in stories and photographs, un proyecto llevado a cabo en cinco años por la pareja de periodista y fotógrafo Lena Mauger y Stéphane Remael.

¿Es posible desaparecer sin dejar rastro y sin que nadie pueda buscarte de un día para otro? En Japón, sí. Las leyes de privacidad blindan a los johatsu y les dan la posibilidad de cambiar de nombre, dirección y vínculos profesionales sin revelar la nueva identidad a terceros. Sólo la policía podría tener acceso a estos datos sellados si demuestra que son pertinentes en una investigación criminal. Para ello, basta con informar a la Administración nipona y justificar los motivos de la decisión.

El cambio de datos personales también blinda todos los movimientos bancarios. Ni detectives privados ni familiares directos pueden rastrear los pagos del ser querido 'evaporado'. Los legisladores en Japón respetan por encima de cualquier otra consideración el derecho de una persona a desvanecerse.

Tres millones de 'evaporados' desde los 90

Aunque no hay datos oficiales, se calcula que, desde los años 90, 100.000 japoneses desaparecen cada año por voluntad propia. Esto se traduce en tres millones de personas desde entonces, que suponen casi el 2,5% de la población del país. Las cifras no evolucionan de manera estable, ya que están ligadas a momentos concretos de la historia contemporánea del país del sol naciente. Así, el fenómeno ha tenido picos tras la II Guerra Mundial, que hundió a los japoneses en la vergüenza y el escarnio internacional; y en los años siguientes a las crisis financieras de 1989 y 2008.

La Administración japonesa actúa como cómplice principal de los johatsu, pero no es el único. La investigación realizada por la pareja de periodistas citada descubrió la existencia de empresas de mudanzas dedicadas a ejecutar las desapariciones. Una de ellas, Night Time Movers ("mudanzas por la noche"), se especializó en cargar los muebles y las pertenencias de una persona en el anonimato de la noche y ayudarla a reiniciar su vida desde el punto de vista logístico.

Ciudades subterráneas

La siguiente pregunta debería ser entonces: ¿adónde van los johatsu? ¿Dónde se esconden? En este punto, de nuevo son las autoridades las que ejercen de cómplices excepcionales, salvaguardando barrios recónditos en las grandes ciudades donde nadie se conoce y a los que nadie iría de visita. El barrio de Sanya, en Tokio, y el de Kamagaski, en Osaka, son los destinos más populares de los 'evaporados', una suerte de ciudad en las sombras cuyo nombre ni aparece reflejado en los mapas. Precisamente por su carácter de urbe subterránea, también sirven de bastión para las mafias, que se surten de trabajadores que necesitan dinero en efectivo y no tener vínculos con ninguna actividad concreta.

La vergüenza es el principal motor que arrincona en estos márgenes oscuros a los que deciden dejar de ser quienes eran, pero esta misma emoción es la que trasladan a sus familiares y vínculos sociales al desvanecerse. La desaparición voluntaria en Japón es un tema tabú, al igual que el suicidio -que, sin embargo, goza de aceptación social como acto de honorabilidad-, y en muchos casos los allegados rehúsan denunciar y optan por cargar en silencio el peso que les dejó el que se fue.



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